Salvar al Molino Ryan.
Hace unos
días, unos amigos míos, paseando por la ribera, observaron como una cabra
estaba pasando serios apuros para salir del río. Al parecer se había arrimado
tanto que la tierra húmeda en pendiente le había servido de trampolín hacia el
agua.
Viendo que
la cosa se complicaba decidieron intervenir. Es el acto reflejo que solemos
tener los humanos. Sin pararse a pensar; si esa cabeza animal que
sobresalía era la misma representación del diablo o si de un acontecimiento que se adelanta en un
día al de su sacrificio en el matadero, bajaron hasta la orilla para intentar
ayudar al pobre animal. Necesitaron los brazos de tres hombres, que, aunque con
bastante dificultad lograron poner a salvo al caprino.
Todos sabemos que tal especie da mejores
quesos que derroche de simpatía, pero. Ahí queda la gesta. Luego descubrieron
que estaba preñada, así la dificultad añadida de salir por su propia fuerza.
Este hecho
verídico me va a servir como
introducción al tema que os traigo.
Se sabe que
desde la prehistoria que los pueblos ribereños han gozado de un adelanto social y
cultural al de los pueblos sin acceso a ríos.
La fuente de vida y los recursos
que aporta el tener agua cerca y la navegabilidad en muchos casos de ellos, propiciaron el asentamiento de grupos humanos y por ende, el comercio con otros
pueblos.
Castro del
Río desde los primeros asentamientos ha
mirado pendiente a su río. Es ahora, en los últimos años, cuando parece que le
hemos dado la espalda al Guadajoz. La
desaparición de la huerta, la falta de pesca, la pérdida de utilidad para el
baño y el recreo han propiciado que el castreño mire al río como parte del
paisaje, y poco más.
La
construcción de la presa favoreció la continuidad del cauce durante todo el año,
y el control de las crecidas. Hoy en día es normal ver más caudal de agua en
verano que en invierno. El motivo es el de mantener los cultivos
en su entorno y en los del Guadalquivir.
En los terrenos convertidos al regadío en las últimas décadas tan solo vemos beneficiado el olivar. Con las
construcciones de grandes balsas y la mecanización de los riegos se ha podido llevar el líquido elemento a
zonas inimaginable. El contacto del hombre con el río no pasa de un
automatismo.
Pero la cultura ribereña influye en el paisaje y en la arquitectura
más de lo que imaginamos, también hemos dicho que en el carácter de sus
habitantes.
No es menos
cierto que en los últimos años ese paisaje está cambiando a paso agigantados.
Estamos perdiendo la huerta y sus casas, los secaderos de tabacos, los tejares,
las azudas, las torres de los molinos de vigas, los molinos y las norias. Y lo
peor dejamos perder hasta los vestigios de estos.
Es por ello
que nuestra generación tiene hacerse responsable de la conservación y/o
recuperación de estos, o al menos de algunos, elementos.
Castro del
Río destaca en el último siglo más por destruir que por conservar su
patrimonio. Y no, los castreños en general no somos culpables, no podemos
culpar a un pueblo entero. Es responsable a primera instancia el que ejecuta el
daño y en segunda la generación de castreños que ha debido defender con uñas y
dientes el legado que recibimos de nuestros ancestros. ¿Cómo voy a sentirme
culpable por la pérdida de la Fuente de San Roque? En todo caso algo de culpa
por el yacimiento de El Arca.
Lo que quiero decir por si no se me entiende,
es, que estamos obligados los de ahora a
proteger lo que tenemos por lo menos.
Una vez que
has llegado hasta aquí debes haber atisbado
el motivo de mi proclama.
Desde hace
unos años atrás; desde diferentes grupos e instituciones, incluso de particulares de forma esporádica, aislada y
anárquica, se viene hablando del abandono del un edificio que todos solemos ver
a diario. Me refiero al molino “Poncima”.
No puede la
sociedad castreña de turno cometer más fallos. Debemos concienciarnos que hay
que salvarlo, y cuando lo estemos, promover las acciones pertinentes para que
el gobernante de turno ejecute.
Lo primero que quiero recalcar es que cualquier particular, institución u organismo puede presentar un dossier en la Delegación de Cultura argumentando y documentando los motivos por los que se quiere inscribir en el catálogo como Bien de Patrimonio Cultural o cualquier otra categoría, y por lo tanto, su defensa. Sea quien sea su propietario.
¿Y por qué
ese empeño por ese edificio cochambroso?
Porque es lo
poco que nos queda de nuestra cultura, de nuestra manera de ser, de las
huertas, de los buenos hortelanos, de las acequias, de los bañaderos y las
azuas, de las norias, de los molinos de pan, de las pesca de barbos, de los
lugares de ocio, de las alamedas. En definitiva, de la vida de este pueblo, y
de la muerte también en ocasiones.
Recuerdo que
en el museo Arqueológico de Doña Mencía mostraban un cangilón cerámico que decían de origen romano hallado en Castro
del Río, no sé yo si la datación es la más correcta, pero ahí lo dejamos.
Este edifico
que está a la vista desde el llano de la Fuente es un edificio del que tenemos
noticias desde el siglo XVIII por un pleito, al menos su noria.
“ De 1730 data un pleito recogido por José Rodríguez Molina, “sobre riegos de tierras en el sitio de la Rinconada y una azeña, azua y noria en ellas”, donde se registran las labores llevadas a cabo para la reparación de la noria que se hallaba instalada junto al molino de Aguayo o de Poncima y que incluye algunas noticias muy interesantes sobre sus características. En dicho documento su propietario, Pedro José de Aguayo, manifiesta “que en el sitio del Río Viejo de esta villa tengo y poseo, por mia propia, una guerta que se riega con noria de buelo antigua del río Guadahoz” y que en dicho sitio “están las más de las norias de la Rivera de esta villa, pues con una se riegan guertas de diferentes dueños”. El propietario acuerda con un albañil y un carpintero la reparación de la misma quienes, tras visitar su emplazamiento, “declaran que para aderezar la noria de buelo que tiene la guerta del referido en el sitio del Río Viejo, y aviendo visto y reconocido la postura en que está, hallaron no poder andar en la canal en que de presente se halla y para que pueda andar es preziso mudar la dicha noria a la canal que está inmediata de la azeña de pan moler y para la dicha azeña hazer otra canal de lo cubierto de dicha azeña para que pueda moler la piedra que de presente tiene, y que de otra forma no podrá andar dicha anoria por estar refundido el muro della” (J. Rodríguez Molina, Regadío Medieval Andaluz, Granada, 1991, pp. 104-105, 147-148 y 176). “
Dicen que
Guadajoz significa “río del pan” por la
cantidad de molinos harineros que se encontraba en su cauce en época del
dominio musulmán.
Existen
numerosas publicaciones en Andalucía referente a la arquitectura
hidráulica y su uso que se basan en
informaciones aportadas por los protocolos notariales castreños que se mantienen
desde el siglo XV.
Para la
recuperación de la noria de la Albolafia
se utilizó el patrón de la noria Castreña del Repiso.
Juan
Bernier, creo recordar (hablo de un libro sobre la provincia de Córdoba que me
prestaron hace muchos años) le dedicó unos versos a las norias castreñas
titulado “El llanto andaluz de las norias”. He intentado dar con él de nuevo
pero por el momento no lo he conseguido.
Hasta los
años 80 se han podido ver norias en Castro del Río, las más famosas la del
Repiso y la de Carbonell. Hoy en día o hasta hace pocos años tan solo quedaba
una noria intacta río abajo, y se intentaba mantener en secreto porque era
metálica. Desconozco si se mantiene o ha sucumbido a alguna crecida o peor aún,
si ha sido descubierta por los recuperadores de chatarra.
Porque ese edificio es el vestigio de todo esto. Ese
edificio es núcleo de la cultura castreña, de su sociedad y de su economía.
Castreños no podemos fallar una vez más.
Por todo
ello el ayuntamiento debería de clarificar la propiedad y
ponerse en contacto con su o sus
propietarios para poder llegar a un acuerdo que deje a todas las partes
satisfechas.
Una vez en
propiedad municipal someterlo a una restauración y puesta en valor. Recuperando la noria y uso al edificio para actividades culturales.
Le doy las
gracias a Paco Cívico por aportarme algunos apuntes históricos y a Lolo
por pasarme un montón de fotografías.
Diego L.
Urbano Mármol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario