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Si notais que llevo mucho tiempo sin escribir, posiblemente me esté pasando la mismo que le ocurrió a García Birlán.
"El deber me ordena que os dedique esta crónica y la pluma se niega a escribirla. Se amontonan las notas en mi imaginación y la péñola no sabe darles forma. Esfuerzo el pensamiento, concibo ideas, bullen las palabras en la mente y aun permanecen blancas las cuartillas."

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¿Un cateto escribio esto?:

Esta cárcel que, durante varios meses, le dio ocasión de un trato prolongado con el mundo variopinto del hampa, verdadera sociedad paralela con su jerarquía, sus reglas y su jerga, parece ser, con mayor probabilidad que la de Castro del Río , la misma donde se engendró el Quijote, si hemos de creer lo que nos dice su autor en el prólogo a la Primera parte: una cárcel «donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación», y en la cual bien pudo ver surgir, al menos, la idea primera del libro que ocho años más tarde le valdría una tardía consagración.

Cervantes en su vivir .

Jean Canavaggio

sábado, 19 de febrero de 2011

Fray Pedro de Castro


El Muy Reverendo Padre Pedro de Castro, nació el 3 de septiembre de 1871, en Castro del Río. Muy jovencito, habiendo conocido al limosnero Fray Bernardo de Feria, solicitó entrar en la Orden, tomando el hábito en el convento de Fuenterrabia el 24 de noviembre de 1886, haciendo su profesión simple en el día 4 de diciembre de 1887 y la solemne el 8 de diciembre de 1890. Fue enviado a cursar sus estudios a Pamplona, siendo trasladado después a Orihuela, donde cantó su primera Misa, y empezó a ejercitarse en la predicación, en los pueblecitos de La Vega de Valencia, al lado del M. Reverendo Padre Salvador de Paradas.









Prelacias:

Sanlúcar

Restaurada la antigua Provincia Capuchina de Andalucía, en 1898, el M. R. Padre Pedro de Castro, junto al Muy Reverendo Padre Ambrosio de Valencina, fue uno de sus primeros fundadores, siendo nombrado Definidor Provincial y Guardián del Convento de Capuchinos de Sanlúcar. Al cesar en el cargo el M. R. Padre Ambrosio de Valencina, fue elegido Ministro Provincial, en 1902, cuando sólo contaba con 31 años. De Ministro Provincial, conservaba la misma humildad que un novicio. En los trienios en que cesaba en el cargo, era elegido invariablemente Maestro de Novicios y Custodio General, asistiendo por esta causa varias veces a los Capítulos Generales en Roma y visitando los santuarios principales de Roma, Asís y Loreto. Nuevamente fue elegido en Ministro Provincial en 1910, cuando regresaba de la Misión de Santo Domingo para asistir como vocal al capítulo, y en 1917 fue nuevamente nombrado Ministro Provincial, y Guardián del Convento de Sevilla desde el 1920 al 1926 y del 1926 al 1929. En el último Capítulo Provincial fue nombrado Ecónomo de la Provincia, cargo que tuvo que renunciar, a causa de la enfermedad que le llevó al sepulcro.

Sus Obras

La Divina Providencia le tenía destinado la restauración de la Provincia de Capuchinos de Andalucía.


Antequera


Fue su primer empeño, al ser elegido Provincial en 1903, adquirir la parte antigua del Convento de Capuchinos de Antequera, para dedicarla a Colegio Seráfico y plantel de futuros misioneros. La segunda adquisición para la Provincia, en la misma fecha, fue la compra del antiguo convento de Capuchinos de Córdoba.

Córdoba

Su obra principal, la que había de inmortalizarle más, fue la Misión de Santo Domingo, que le reconoce como su fundador. Al frente de la primera expedición de misioneros, fue como Superior Regular, en 1909. Al empuje del celoso y espiritual P. Pedro, surgieron unas tras otras las casas de la Misión, y como lo reconoció el Excmo. Sr. Arzobispo de Santo Domingo y Primado de las Américas.

La labor apostólica de los capuchinos en Santo Domingo se inició en la humilde capilla de San Lázaro o de Nuestra Señora de la Caridad, atendiendo a los leprosos y a los niños pobres de los sectores de San Lázaro y San Miguel.
Su Espíritu:

Religioso de una vocación a toda prueba, más que edificar casas y conventos, fue la suya la edificación del ejemplo. Durante 36 años de sacerdote, sólo la muerte ha podido rendir su heroica actividad, y, cuando le abandonaban las fuerzas, aun conservaba la energía de su espíritu.

Era el primero en los maitines a la media noche, el primero en el coro a las cinco de la mañana, el primero en los actos de Comunidad, el primero en las obligaciones de su ministerio, eligiendo siempre para si las tareas más duras y difíciles. Misas tarde, confesionario interminable, asistencia de los enfermos, misiones y predicación en toda Andalucía, cuando no era Maestro de Novicios, a todo lo que el ministerio tiene de más arduo y difícil, él no puso óbice ni resistencia nunca. Parecía tener en los labios la frase del profeta: Ecce ego, mitte me. «Señor, aquí me tienes; envíame.».

Aún herido de muerte y sin poderse tener de pie, rogaba al Superior que le mandara y que le pusiera la última misa. Cosa a que éste no accedía; pero que demuestra el celo de su alma, llorando muchas veces por verse impedido de trabajar en el ministerio apostólico.

Este ascendiente de su virtud trascendía fuera del claustro a los seglares, que veneraban en él a un modelo de sacerdotes y ministros de Dios, buscándolo incesantemente en el confesionario, donde era corriente sentarse a las cinco hasta cerca del medio día, y viéndose siempre rodeado de pobres, a los que atendía con grandísima caridad. Hay recuerdos en su vida ministerial inolvidables, como el verlo asistir en la clínica a la muerte.

Entre los novicios, de los cuales tantos años fue Maestro, era una verdadera madre, formando a los jovencitos en el espíritu de la Orden, en las devociones franciscanas, en la austeridad capuchina. Su virtud no era adusta, sino fácil y alegre, de tal modo que las mayores austeridades se llevaban sin sentir y con una santa alegría. Así toda una generación se ha formado en su espíritu, y lo veneraba, como a su verdadero Padre y Maestro.

Sevilla

Poseía además el distintivo de todos nuestros venerables y santos: una devoción tierna, sensible, filial y profunda a la Virgen Santísima.

Su muerte

Tantos trabajos, predicaciones, vigilias, ayunos y penitencias, habían arruinado tanto su salud, que, no teniendo sino 59 años, aparecía como un octogenario. La anterio-esclorosis que padecía iba avanzando, repitiéndose las congestiones; y, no obstante con indecibles trabajos, y con gran consuelo de su alma, se sentía feliz en decir la Santa Misa, que no perdió sino días antes de su muerte.

La última congestión le acometió cuando estaba delante de la Santísima Virgen, encomendándose a ella en un momento de fervor y de tierna devoción, derramando en su presencia las efusiones de su alma. Durante los días que se siguieron, el Crucifijo, que oprimía sobre su corazón toda la vida durante el sueño, no se cayó de su mano inerte y las estampas de la Virgen Santísima no se separaron, como escudo de su pecho; y recibidos los Santos Sacramentos y la Bendición Apostó1ica y recomendación del alma, expiró plácidamente en el Señor, el día 5 de noviembre, a las 9 y cuarto de la mañana, rodeado, como un patriarca, por todos sus hijos.







Esparcida la noticia de su muerte, fueron innumerables las personas que desfilaron para visitar su cadáver, que fue expuesto en el coro bajo de la Iglesia, velado constantemente por los religiosos, personas de su familia y fieles, y cubierto de flores. La Provincia de Andalucía, por medio del Ministro Provincial, trabajó desde el primer momento de su muerte para que el cadáver fuera sepultado en la cripta del coro bajo de la Iglesia, gestiones a las que se sumó el Ayuntamiento y pueblo de Castro del Río.

EI día 6 se celebraron solemnísimas exequias, presidiendo el duelo el Iltmo. Sr. Vicario General, D. Jerónimo Armario, el M. R. P. Provincial, Fr. Juan Bautista de Ardales, el M. R. P. Guardián de Capuchinos, el Superior de los Terciarios Capuchinos de Dos-Hermanas, y el del Reformatorio de Sevilla, el síndico del Convento, don Francisco Ayala, los sobrinos del finado y el Ministro de la Venerable Orden Tercera y Director del Instituto Provincial D. Manuel Portillo. EI funeral lo oficiaron nuestros hermanos, los Padres Franciscanos de San Buenaventura, cantando la Misa el M. R. P. Leocadio Cárdenas, asistiendo los Padres Carmelitas, Salesianos, Escolapios, Padres de la Compañía de Jesús, Dominicos, Pa¬dres del Inmaculado Corazón de María y Hermanos de la Doctrina Cristiana y numerosas personalidades y fieles. El viernes se procedió al embalsamamiento del cadáver, requisito previo para ser inhumado en la cripta, que llevaron a cabo los facultativos Sres. Peñalosa y Romero, ante el Delegado señor Pastor.

EI sábado 8 se celebró el segundo funeral, y el lunes el tercero, tras el cual se procedió a dar sepultura al cadáver, oficiando el M. R. P. Provincial, asistido por el Guardián de San Buenaventura, M. R. P. Carlos de Villacampa y el M. R. P. Leocadio Cárdenas, cantándose el oficio de sepultura y procediéndose acto seguido a la inhumación.








Una de las calles de este pueblo lleva su nombre, quizás una de la mas peculiares de Castro, la conocemos por el nombre de “La Escalerillas”. En esta calle de corto recorrido, donde solo encontrábamos hasta hace poco, cinco o seis casas; en una de ellas, la penúltima bajando a la derecha nació Fray Pedro. Yo conocí la placa que recordaba tal evento y su obra más importante: Creador de la orden Capuchina en Santo Domingo; esta placa desapareció en una reforma de dicha vivienda.





La Calle Fray Pedro de Castro o “La Escalerillas” por su fisonomía y su situación es de las más conocidas de Castro, une peatonalmente; por la calle las Losas, parte del Barrio Bajo, Corredera y Convento con la Calle más importante, quizás del municipio. La Tercia (aunque no es calle “carrera”).
Sin estar prohibido, esta no es muy transitada por vehiculos, limitándose prácticamente para el acceso de los vecinos.

En el último tramo a mano Izquierda hasta hace poco ha existido el edificio y patio del último cine de verano de Castro del Río. El Liceo (El cine de la Escalerilla).

Este cine dejó de funcionar definitivamente hace unos ocho años, después de resistir agónicamente actividades cinéfilas esporádicas. Las últimas organizadas por el ayuntamiento y diputación.

Viven aun en Castro familiares de Fray Pedro que guardan celosamente las pertenencias más importantes, personalmente conozco al poseedor de su rosario.

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