martes, 21 de septiembre de 2021
Restos de construcciones Industriales en Castro del Río. Las Torres de los Molinos aceiteros de Viga y Quintal.
lunes, 4 de enero de 2021
La Cantamora y otras historias.
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Casa Mendoza- Castro del Río. |
No dudo que
normalmente
me ocurre como al granadino y maestro racionalista que ejerció por un tiempo la
escuela moderna de Castro del Río a principios del siglo pasado: don Antonio
García Birlán(1). Este, con sus formas amables y extrema sensibilidad, describía
así algunos de sus pensamientos "El deber me ordena que os dedique esta crónica y la pluma se
niega a escribirla. Se amontonan las notas en mi imaginación y la péñola no
sabe darles forma. Esfuerzo el pensamiento, concibo ideas, bullen las palabras
en la mente y aún permanecen blancas las cuartillas."
No es que yo quiera posicionarme a su altura intelectual, pero por semejanza os diré que mi cabeza siempre tiene proyectos, investigaciones y un inmenso batiburrillo de información, que me cuesta, bien por pereza, bien por falta de capacidad, darle forma escrita. Pero tengo que sacar fuerza de donde las haya dentro de mi cuerpo para romper con la neblina de vagancia que mantienen mis dedos paralizados.
Siempre es un honor para mí que Miguel Morales me sugiera una colaboración, y si además es para aportarla a la revista del Circulo de Artesanos, el gozo es superior.
Quiero recordar que en Artesanos escuché mis primeras conferencias de mano de los más granados investigadores de épocas pretéritas de la provincia de Córdoba. A voz de pronto, quiero recordar a Nieto Cumplido, Calvo Poyato o a María Dolores Ruiz Gómez. Por entonces, el Circulo de Artesanos gozaba de buena salud. No es menos cierto que entre sus rescoldos aparece esta interesante publicación que, con su negativa a apagarse, mantiene la llama encendida para que esta sociedad tan emblemática en este pueblo no desaparezca.
El asunto que os traigo es bien conocido por todos los castreños, pero no por ello debemos pensar que no tiene ciertas e interesantes particularidades.
Quiero hablaros de La Cantamora. Al principio no sabía cómo enfocar un tema tan castreño y tan general y decidí comenzar haciéndolo de modo muy particular, con mis vivencias.
Lo primero y lo que más tiempo me ha llevado es intentar buscar historias y referencias sobre el personaje en cuestión. Una vez recabada la información a la que he podido tener acceso, me he querido asegurar que se trata efectivamente de un localismo. Esta palabreja la pondremos entre comillas: “localismo”, pues.
De ese modo organicé entre mis amistades de una red social, de diferentes lugares del territorio nacional, una encuesta. No puedo evitar que ante esa palabreja me venga a la memoria aquella parte de la letra de Javier Krahe “Un burdo rumor”. Trece interesadas respondieron a la encuesta, de las cuales una no sabe, no contesta, y en las otras doce, división. Como veréis, se me puso en contra la mitad, es decir, seis.
Debo de decir que los participantes fueron de diferente sexo, siendo muchos los encuestados y pocos los participantes, no llegó a la veintena. Los lugares de los que respondieron me resultaron interesantes y muy significativos. Ninguno de los de fuera de Castro habían escuchado o sabían lo que era la Cantamora.
Mi experiencia con la Cantamora la sitúo en el patio de mis abuelos paternos hace más de cuarenta años. Por otro lado, también me he puesto en contacto con mis herman@s y mis prim@s para consensuar nuestra imagen de esa mujer. Que no era ni más ni menos que una invención o una leyenda utilizada para meter miedo a los niños y así evitar que se acercaran a los pozos o se asomaran al brocal.
En los pozos de las casas donde había niños habitaba una mujer mayor vestida de negro, esclava o prisionera morisca que por venganza por su situación emitía un dulce sonido o canto que seducía o motivaba el interés de los más pequeños para asomarse y encontrar en el negro fondo a su autora. Entonces la Cantamora te abrazaba y te llevaba hacia las profundidades para no dejarte salir nunca más. La pura verdad que en esa vieja casa de la calle Alta aquello funcionaba.
Me imagino que en cada casa, en cada pozo o en cada familia, tendría una forma hecha a medida; no así su finalidad, que era la misma.
Allá por el año 2000 nuestro mejor romancero y contador de historias ya fallecido, guitarrista y poeta, Pedro Cañasveras, nos dejaba unos escritos con una visión más bella y romántica sobre esta princesa morisca prisionera de los cristianos que protegía las fuentes y veneros de agua:
“Cerrada la primavera
del mil doscientos cuarenta
las tropas de Fernando el Santo
conquistan Villa y fortaleza”.
Cuando un apuesto capitán
indaga, busca y encuentra
en una oscura mazmorra
a Cantamora medio ciega.”
El origen de estos residentes o protectores de las aguas lo encontramos ya en la mitología griega con las Náyades, esta eran las ninfas vinculadas al agua dulce, o la diosa latina Yuturna.
En los años 90 del siglo pasado un grupo de amigos llamado “Los Romeros de La Cantamora” (entre los que estaba yo) participaron en varias ediciones de la Romería de la Virgen de la Salud, construyendo varios años una decoración en la carroza donde se recreaba un lugar con pozo.
Actualmente existe en la localidad un grupo cultural y editorial activo dedicado a publicar libros de autores o temática castreña llamado “Cantamora”. También editan una revista con el mismo nombre.
Lo más interesante de esta historia nuestra puede ser el origen, en principio difícil de responder, ya que hay en España tres lugares más donde existe una Cantamora; todas, excepto una, están ligadas al agua. Encontramos a la Cantamora en:
· Torrejón del Rubio (Cáceres). Allí nos cuestan la historia de dos amantes: un cristiano y una musulmana, Sara. De asedios a Castillos, de Fernando III y de la reconquista de Córdoba en 1236, lugar donde murió el joven. Ella murió de pena y algunas veces se suele ver una sombra por algún torreón. Los del lugar dicen ser la joven morisca.
· La Cantamora del Pozo de Velasco en Badajoz. Dicen que en ese pozo vive una mora maldita por el castigo de su padre, mago iracundo, o que una joven morisca que escapa de su presidio calló al agua. Por las noches o la noche de San Juan un canto llama la atención de quien ose pasar la noche allí, arrastrándolo hacia el interior de sus negras aguas. Nadie ha vivido para contarlo.
·
La de Usagre (Badajoz) es utilizada como aquí, para asustar a los niños para que no se
acerquen al pozo. Nos hablan de un amor entre dos jóvenes de distintas
religiones. El padre de la muchacha sorprende a la pareja y por la noche manda
asesinar al joven cristiano, luego es tirado a un pozo, lugar donde se
encontraban. Ella de pena se lanza al fondo del pozo. “La joven miró al
cielo, le robó brillos a las estrellas y a la luna una lágrima furtiva,
escondió su mirada entre las manos y se dejó caer al agua. Fue entonces cuando
el fondo de la fuente se abrió como si fuese una boca oscura y negra, sin
lengua blanda y sin dientes afilados… y se tragó a la dulce doncella.” La noche de San Blas aparece en forma de
sirena.
·
En Peñaranda del Duero (Burgos). “Desde la lejana Al-Andalus a tierras de
Castilla Llegó, esposada y vencida, la flor del virreinato.” En este pequeño pueblo también mantienen la
historia de un hada que se suele ver algunas noches en un torreón de su bello
castillo. Espíritu de aquella joven prisionera que cantaba de pena.
Es curioso que este lugar de Andalucía; y solo en este, se mantenga una leyenda tan parecida a la de estos pueblos tan alejados, aunque con un nexo de unión: todos cuentan con castillo y periodos convulsos durante la reconquista.
Sería difícil determinar el origen de esta historia, dónde se generó y en qué momento. Posiblemente una persona que participó en cualquier epopeya de cualquier época llevó o trajo la leyenda. Mucho sería imaginar que fuese durante la reconquista, pero esto no se puede atestiguar pues no mantenemos o conocemos documento escrito que pueda corroborar uno de esos datos.
Es sencillo encontrar en este pueblo, Castro del Río, a la Cantamora y sus diferentes visiones o formas, porque ella está en la mente de miles de personas y que Antonio Aranda Gutiérrez nos mostró en este hermoso poema en la Revista de Feria del 2005:
No te acerques al pozo niña,
que saldrá la “cantamora”
a cogerte del pelo
que tu tanto adoras;
cabellos oscuros
de pequeña gitana
que al lado de la hoguera
en las noches de invierno canta.
No te acerques al pozo niña,
que saldrá la “cantamora”
a cogerte el vestido
que tu tanto adoras;
rosal estampado
que siempre vence el viento,
dejando que el sol penetre
a calentar tu bello cuerpo.
No te acerques al pozo niña,
que saldrá la “cantamora”
a coger los zapatos
que tu tanto adoras;
albergues serenos
que permiten besar
los perfiles más pequeños
del limpio suelo al caminar.
No te acerques al pozo niña,
que saldrá la “cantamora”
a coger la muñeca
que tu tanto adoras;
callada ilusión
que a las niñas enseñan
a descubrir el amor
que sus corazones encierran.
No te acerques al pozo niña,
que saldrá la “cantamora”
a llevarte a su imperio
que reinan las sombras;
un mundo sin flores,
sin sol que le dé vida,
sin zapatos, sin muñecas,
sin una callada sonrisa.
Nota: Desde tiempo inmemorial ha existido otra leyenda en Castro del Río sobre una princesa prisionera en la Casa Mendoza de esta localidad. Algunos eruditos locales de finales del siglo XIX y principios del XX dieron nombre a dicha mujer. Se ha venido defendiendo que la encerrara en dicho palacete podría ser la princesa de Éboli, aunque este supuesto no ha sido constatado con datos históricos fehacientes.
No he querido mezclar ambas historias por no encontrar nexo alguno. Me ha parecido dato curioso el recordarlo.
(1) Esta Reflexión de Birlan también aparece en la introducción general de este blog desde su creación y responde a un estado de mi mente que se asemeja a la de su autor.
Otras fuentes: José Palacio Cantos ,http://proyectoacantaros2017.blogspot.com.
@ Diego L. Urbano Mármol
martes, 22 de septiembre de 2020
Salvar al Molino Ryan
Salvar al Molino Ryan.
Hace unos
días, unos amigos míos, paseando por la ribera, observaron como una cabra
estaba pasando serios apuros para salir del río. Al parecer se había arrimado
tanto que la tierra húmeda en pendiente le había servido de trampolín hacia el
agua.
Viendo que
la cosa se complicaba decidieron intervenir. Es el acto reflejo que solemos
tener los humanos. Sin pararse a pensar; si esa cabeza animal que
sobresalía era la misma representación del diablo o si de un acontecimiento que se adelanta en un
día al de su sacrificio en el matadero, bajaron hasta la orilla para intentar
ayudar al pobre animal. Necesitaron los brazos de tres hombres, que, aunque con
bastante dificultad lograron poner a salvo al caprino.
Todos sabemos que tal especie da mejores
quesos que derroche de simpatía, pero. Ahí queda la gesta. Luego descubrieron
que estaba preñada, así la dificultad añadida de salir por su propia fuerza.
Este hecho
verídico me va a servir como
introducción al tema que os traigo.
Se sabe que
desde la prehistoria que los pueblos ribereños han gozado de un adelanto social y
cultural al de los pueblos sin acceso a ríos.
La fuente de vida y los recursos
que aporta el tener agua cerca y la navegabilidad en muchos casos de ellos, propiciaron el asentamiento de grupos humanos y por ende, el comercio con otros
pueblos.
Castro del
Río desde los primeros asentamientos ha
mirado pendiente a su río. Es ahora, en los últimos años, cuando parece que le
hemos dado la espalda al Guadajoz. La
desaparición de la huerta, la falta de pesca, la pérdida de utilidad para el
baño y el recreo han propiciado que el castreño mire al río como parte del
paisaje, y poco más.
La
construcción de la presa favoreció la continuidad del cauce durante todo el año,
y el control de las crecidas. Hoy en día es normal ver más caudal de agua en
verano que en invierno. El motivo es el de mantener los cultivos
en su entorno y en los del Guadalquivir.
En los terrenos convertidos al regadío en las últimas décadas tan solo vemos beneficiado el olivar. Con las
construcciones de grandes balsas y la mecanización de los riegos se ha podido llevar el líquido elemento a
zonas inimaginable. El contacto del hombre con el río no pasa de un
automatismo.
Pero la cultura ribereña influye en el paisaje y en la arquitectura
más de lo que imaginamos, también hemos dicho que en el carácter de sus
habitantes.
No es menos
cierto que en los últimos años ese paisaje está cambiando a paso agigantados.
Estamos perdiendo la huerta y sus casas, los secaderos de tabacos, los tejares,
las azudas, las torres de los molinos de vigas, los molinos y las norias. Y lo
peor dejamos perder hasta los vestigios de estos.
Es por ello
que nuestra generación tiene hacerse responsable de la conservación y/o
recuperación de estos, o al menos de algunos, elementos.
Castro del
Río destaca en el último siglo más por destruir que por conservar su
patrimonio. Y no, los castreños en general no somos culpables, no podemos
culpar a un pueblo entero. Es responsable a primera instancia el que ejecuta el
daño y en segunda la generación de castreños que ha debido defender con uñas y
dientes el legado que recibimos de nuestros ancestros. ¿Cómo voy a sentirme
culpable por la pérdida de la Fuente de San Roque? En todo caso algo de culpa
por el yacimiento de El Arca.
Lo que quiero decir por si no se me entiende,
es, que estamos obligados los de ahora a
proteger lo que tenemos por lo menos.
Una vez que
has llegado hasta aquí debes haber atisbado
el motivo de mi proclama.
Desde hace
unos años atrás; desde diferentes grupos e instituciones, incluso de particulares de forma esporádica, aislada y
anárquica, se viene hablando del abandono del un edificio que todos solemos ver
a diario. Me refiero al molino “Poncima”.
No puede la
sociedad castreña de turno cometer más fallos. Debemos concienciarnos que hay
que salvarlo, y cuando lo estemos, promover las acciones pertinentes para que
el gobernante de turno ejecute.
Lo primero que quiero recalcar es que cualquier particular, institución u organismo puede presentar un dossier en la Delegación de Cultura argumentando y documentando los motivos por los que se quiere inscribir en el catálogo como Bien de Patrimonio Cultural o cualquier otra categoría, y por lo tanto, su defensa. Sea quien sea su propietario.
¿Y por qué
ese empeño por ese edificio cochambroso?
Porque es lo
poco que nos queda de nuestra cultura, de nuestra manera de ser, de las
huertas, de los buenos hortelanos, de las acequias, de los bañaderos y las
azuas, de las norias, de los molinos de pan, de las pesca de barbos, de los
lugares de ocio, de las alamedas. En definitiva, de la vida de este pueblo, y
de la muerte también en ocasiones.
Recuerdo que
en el museo Arqueológico de Doña Mencía mostraban un cangilón cerámico que decían de origen romano hallado en Castro
del Río, no sé yo si la datación es la más correcta, pero ahí lo dejamos.
Este edifico
que está a la vista desde el llano de la Fuente es un edificio del que tenemos
noticias desde el siglo XVIII por un pleito, al menos su noria.
“ De 1730 data un pleito recogido por José Rodríguez Molina, “sobre riegos de tierras en el sitio de la Rinconada y una azeña, azua y noria en ellas”, donde se registran las labores llevadas a cabo para la reparación de la noria que se hallaba instalada junto al molino de Aguayo o de Poncima y que incluye algunas noticias muy interesantes sobre sus características. En dicho documento su propietario, Pedro José de Aguayo, manifiesta “que en el sitio del Río Viejo de esta villa tengo y poseo, por mia propia, una guerta que se riega con noria de buelo antigua del río Guadahoz” y que en dicho sitio “están las más de las norias de la Rivera de esta villa, pues con una se riegan guertas de diferentes dueños”. El propietario acuerda con un albañil y un carpintero la reparación de la misma quienes, tras visitar su emplazamiento, “declaran que para aderezar la noria de buelo que tiene la guerta del referido en el sitio del Río Viejo, y aviendo visto y reconocido la postura en que está, hallaron no poder andar en la canal en que de presente se halla y para que pueda andar es preziso mudar la dicha noria a la canal que está inmediata de la azeña de pan moler y para la dicha azeña hazer otra canal de lo cubierto de dicha azeña para que pueda moler la piedra que de presente tiene, y que de otra forma no podrá andar dicha anoria por estar refundido el muro della” (J. Rodríguez Molina, Regadío Medieval Andaluz, Granada, 1991, pp. 104-105, 147-148 y 176). “
Dicen que
Guadajoz significa “río del pan” por la
cantidad de molinos harineros que se encontraba en su cauce en época del
dominio musulmán.
Existen
numerosas publicaciones en Andalucía referente a la arquitectura
hidráulica y su uso que se basan en
informaciones aportadas por los protocolos notariales castreños que se mantienen
desde el siglo XV.
Para la
recuperación de la noria de la Albolafia
se utilizó el patrón de la noria Castreña del Repiso.
Juan
Bernier, creo recordar (hablo de un libro sobre la provincia de Córdoba que me
prestaron hace muchos años) le dedicó unos versos a las norias castreñas
titulado “El llanto andaluz de las norias”. He intentado dar con él de nuevo
pero por el momento no lo he conseguido.
Hasta los
años 80 se han podido ver norias en Castro del Río, las más famosas la del
Repiso y la de Carbonell. Hoy en día o hasta hace pocos años tan solo quedaba
una noria intacta río abajo, y se intentaba mantener en secreto porque era
metálica. Desconozco si se mantiene o ha sucumbido a alguna crecida o peor aún,
si ha sido descubierta por los recuperadores de chatarra.
Porque ese edificio es el vestigio de todo esto. Ese
edificio es núcleo de la cultura castreña, de su sociedad y de su economía.
Castreños no podemos fallar una vez más.
Por todo
ello el ayuntamiento debería de clarificar la propiedad y
ponerse en contacto con su o sus
propietarios para poder llegar a un acuerdo que deje a todas las partes
satisfechas.
Una vez en
propiedad municipal someterlo a una restauración y puesta en valor. Recuperando la noria y uso al edificio para actividades culturales.
Le doy las
gracias a Paco Cívico por aportarme algunos apuntes históricos y a Lolo
por pasarme un montón de fotografías.
Diego L.
Urbano Mármol.