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Si notais que llevo mucho tiempo sin escribir, posiblemente me esté pasando la mismo que le ocurrió a García Birlán.
"El deber me ordena que os dedique esta crónica y la pluma se niega a escribirla. Se amontonan las notas en mi imaginación y la péñola no sabe darles forma. Esfuerzo el pensamiento, concibo ideas, bullen las palabras en la mente y aun permanecen blancas las cuartillas."

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¿Un cateto escribio esto?:

Esta cárcel que, durante varios meses, le dio ocasión de un trato prolongado con el mundo variopinto del hampa, verdadera sociedad paralela con su jerarquía, sus reglas y su jerga, parece ser, con mayor probabilidad que la de Castro del Río , la misma donde se engendró el Quijote, si hemos de creer lo que nos dice su autor en el prólogo a la Primera parte: una cárcel «donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación», y en la cual bien pudo ver surgir, al menos, la idea primera del libro que ocho años más tarde le valdría una tardía consagración.

Cervantes en su vivir .

Jean Canavaggio

martes, 22 de septiembre de 2020

Salvar al Molino Ryan

 


             Salvar al Molino Ryan.

Hace unos días, unos amigos míos, paseando por la ribera, observaron como una cabra estaba pasando serios apuros para salir del río. Al parecer se había arrimado tanto que la tierra húmeda en pendiente le había servido de trampolín hacia el agua.

Viendo que la cosa se complicaba decidieron intervenir. Es el acto reflejo que solemos tener los humanos. Sin pararse a pensar; si esa cabeza animal  que  sobresalía era la misma representación del diablo o si  de un acontecimiento que se adelanta en un día al de su sacrificio en el matadero, bajaron hasta la orilla para intentar ayudar al pobre animal. Necesitaron los brazos de tres hombres, que, aunque con bastante dificultad lograron poner a salvo al caprino.

 Todos sabemos que tal especie da mejores quesos que derroche de simpatía, pero. Ahí queda la gesta. Luego descubrieron que estaba preñada, así la dificultad añadida de salir por su propia fuerza.

Este hecho verídico me va a servir como  introducción al tema que os traigo.  

Se sabe que desde la prehistoria que los pueblos ribereños han gozado de un adelanto social y cultural al de los pueblos sin acceso a ríos.  La fuente de vida  y los recursos que aporta el tener agua cerca y la navegabilidad en muchos casos de ellos, propiciaron el asentamiento de grupos humanos y por ende, el comercio con otros pueblos.

Castro del Río  desde los primeros asentamientos ha mirado pendiente a su río. Es ahora, en los últimos años, cuando parece que le hemos dado la espalda al Guadajoz.  La desaparición de la huerta, la falta de pesca, la pérdida de utilidad para el baño y el recreo han propiciado que el castreño mire al río como parte del paisaje, y poco más.

La construcción de la presa favoreció la continuidad del cauce durante todo el año, y el control de las crecidas. Hoy en día es normal ver más caudal de agua en verano que en invierno. El motivo es el de mantener los  cultivos  en su entorno y en los del Guadalquivir.  En los terrenos convertidos al regadío en las últimas décadas  tan solo vemos beneficiado el olivar. Con las construcciones de grandes balsas y la mecanización de los riegos  se ha podido llevar el líquido elemento a zonas inimaginable. El contacto del hombre con el río no pasa de un automatismo.

Pero  la cultura ribereña  influye en el paisaje y en la arquitectura más de lo que imaginamos, también hemos dicho que en el carácter de sus habitantes.

No es menos cierto que en los últimos años ese paisaje está cambiando a paso agigantados. Estamos perdiendo la huerta y sus casas, los secaderos de tabacos, los tejares, las azudas, las torres de los molinos de vigas, los molinos y las norias. Y lo peor dejamos perder hasta los vestigios de estos.

Es por ello que nuestra generación tiene hacerse responsable de la conservación y/o recuperación de estos, o al menos de algunos, elementos.

Castro del Río destaca en el último siglo más por destruir que por conservar su patrimonio. Y no, los castreños en general no somos culpables, no podemos culpar a un pueblo entero. Es responsable a primera instancia el que ejecuta el daño y en segunda la generación de castreños que ha debido defender con uñas y dientes el legado que recibimos de nuestros ancestros. ¿Cómo voy a sentirme culpable por la pérdida de la Fuente de San Roque? En todo caso algo de culpa por el yacimiento de El Arca.

 Lo que quiero decir por si no se me entiende, es,  que estamos obligados los de ahora a proteger lo que tenemos por lo menos.

Una vez que has llegado hasta aquí  debes haber atisbado el motivo de mi proclama.

Desde hace unos años atrás; desde diferentes grupos e instituciones, incluso de  particulares de forma esporádica, aislada y anárquica, se viene hablando del abandono del un edificio que todos solemos ver a diario. Me refiero al molino “Poncima”.

No puede la sociedad castreña de turno cometer más fallos. Debemos concienciarnos que hay que salvarlo, y cuando lo estemos, promover las acciones pertinentes para que el gobernante de turno ejecute.

Lo primero que quiero recalcar es que cualquier particular, institución u organismo puede presentar un dossier en la Delegación de Cultura argumentando y documentando los motivos por los que se quiere inscribir en el catálogo como Bien de Patrimonio Cultural  o cualquier otra categoría, y por lo tanto, su defensa. Sea quien sea su propietario. 



¿Y por qué ese empeño por ese edificio cochambroso?

Porque es lo poco que nos queda de nuestra cultura, de nuestra manera de ser, de las huertas, de los buenos hortelanos, de las acequias, de los bañaderos y las azuas, de las norias, de los molinos de pan, de las pesca de barbos, de los lugares de ocio, de las alamedas. En definitiva, de la vida de este pueblo, y de la muerte también en ocasiones.

Recuerdo que en el museo Arqueológico de Doña Mencía mostraban un cangilón cerámico  que decían de origen romano hallado en Castro del Río, no sé yo si la datación es la más correcta, pero ahí lo dejamos.




Este edifico que está a la vista desde el llano de la Fuente es un edificio del que tenemos noticias desde el siglo XVIII por un pleito, al menos  su noria.

 De 1730 data un pleito recogido por José Rodríguez Molina, “sobre riegos de tierras en el sitio de la Rinconada y una azeña, azua y noria en ellas”, donde se registran las labores llevadas a cabo para la reparación de la noria que se hallaba instalada junto al molino de Aguayo o de Poncima y que incluye algunas noticias muy interesantes sobre sus características. En dicho documento su propietario, Pedro José de Aguayo, manifiesta “que en el sitio del Río Viejo de esta villa tengo y poseo, por mia propia, una guerta que se riega con noria de buelo antigua del río Guadahoz” y que en dicho sitio “están las más de las norias de la Rivera de esta villa, pues con una se riegan guertas de diferentes dueños”. El propietario acuerda con un albañil y un carpintero la reparación de la misma quienes, tras visitar su emplazamiento, “declaran que para aderezar la noria de buelo que tiene la guerta del referido en el sitio del Río Viejo, y aviendo visto y reconocido la postura en que está, hallaron no poder andar en la canal en que de presente se halla y para que pueda andar es preziso mudar la dicha noria a la canal que está inmediata de la azeña de pan moler y para la dicha azeña hazer otra canal de lo cubierto de dicha azeña para que pueda moler la piedra que de presente tiene, y que de otra forma no podrá andar dicha anoria por estar refundido el muro della” (J. Rodríguez Molina, Regadío Medieval Andaluz, Granada, 1991, pp. 104-105, 147-148 y 176). “

 

Dicen que Guadajoz significa  “río del pan” por la cantidad de molinos harineros que se encontraba en su cauce en época del dominio musulmán.

Existen numerosas publicaciones en Andalucía referente a la arquitectura hidráulica  y su uso que se basan en informaciones aportadas por los protocolos notariales castreños que se mantienen desde el siglo XV.

Para la recuperación de la noria de la Albolafia  se utilizó el patrón de la noria Castreña del Repiso.

Juan Bernier, creo recordar (hablo de un libro sobre la provincia de Córdoba que me prestaron hace muchos años) le dedicó unos versos a las norias castreñas titulado “El llanto andaluz de las norias”. He intentado dar con él de nuevo pero por el momento no lo he conseguido.

Hasta los años 80 se han podido ver norias en Castro del Río, las más famosas la del Repiso y la de Carbonell. Hoy en día o hasta hace pocos años tan solo quedaba una noria intacta río abajo, y se intentaba mantener en secreto porque era metálica. Desconozco si se mantiene o ha sucumbido a alguna crecida o peor aún, si ha sido descubierta por los recuperadores de chatarra.

Porque  ese edificio es el vestigio de todo esto. Ese edificio es núcleo de la cultura castreña, de su sociedad y de su economía. Castreños no podemos fallar una vez más.

Por todo ello el ayuntamiento debería de clarificar la propiedad  y  ponerse en contacto con su o sus  propietarios para poder llegar a un acuerdo que deje a todas las partes satisfechas.

Una vez en propiedad municipal someterlo a una restauración y puesta  en valor. Recuperando la noria  y uso al edificio para actividades culturales.

Le doy las gracias a Paco Cívico por aportarme algunos apuntes históricos y a Lolo por pasarme un montón de fotografías.

Diego L. Urbano Mármol.




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