..

Si notais que llevo mucho tiempo sin escribir, posiblemente me esté pasando la mismo que le ocurrió a García Birlán.
"El deber me ordena que os dedique esta crónica y la pluma se niega a escribirla. Se amontonan las notas en mi imaginación y la péñola no sabe darles forma. Esfuerzo el pensamiento, concibo ideas, bullen las palabras en la mente y aun permanecen blancas las cuartillas."

.

¿Un cateto escribio esto?:

Esta cárcel que, durante varios meses, le dio ocasión de un trato prolongado con el mundo variopinto del hampa, verdadera sociedad paralela con su jerarquía, sus reglas y su jerga, parece ser, con mayor probabilidad que la de Castro del Río , la misma donde se engendró el Quijote, si hemos de creer lo que nos dice su autor en el prólogo a la Primera parte: una cárcel «donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación», y en la cual bien pudo ver surgir, al menos, la idea primera del libro que ocho años más tarde le valdría una tardía consagración.

Cervantes en su vivir .

Jean Canavaggio

martes, 9 de septiembre de 2014

Excursiones Arqueológicas. El cerro Cabezo de Córdoba.

 Fotografia tomada en lo alto del Cerro Cabezo de Córdoba. Por la izquierda: Francisco Garcia Recio, Miguel Alba, Lucas Criado,  Andres Criado (que nos deleitó con un exquisito bálsamo parecido al de fierabrás), Diego Urbano(abajo) y José Gutiérrez. Al fondo el cortijo de Benazurera.

Desde a mediados del siglo del XIX una serie de visitas de personajes en el ámbito histórico han ido confeccionando el mapa arqueológico del término de Castro del Río.
En el año 1863 el coronel Stoffel bajo el patrocinio de Napoleón III visita la comarca en busca de los sitios que intervinieron  en la célebre batalla de Munda. Confeccionó mapas de índole militar para comprender los movimientos de las tropas y las estrategias de ambos bandos en base a una serie de yacimientos descubiertos o conocidos de los eruditos locales.
Por la misma razón a finales del primer cuarto del siglo XX el arqueólogo alemán Schulten visita la zona para intentar situar el campo Mundensis conociendo los lugares que le mostraban alrededor de Ategua y de los llanos de Banda. Fue situando los nombres obtenidos de las crónicas de los días de guerra, El bellum Hispaniense.
El resultado de ambas expediciones fue el mismo, situaron Munda en Montilla  y la batalla en los llanos de Banda. Hoy en día ya no se defiende esa ubicación. Estos trabajos, por otro lado, sirvieron para catalogar bastantes yacimientos.

No fue hasta la década de los setenta cuando se retoman los trabajos, más o menos importantes,  de carácter arqueológicos, esta vez de la mano del arqueólogo y poeta  cordobés Juan Bernier, que apoyado por eruditos locales, como José Navajas en Castro del Río van realizando un estudio visual y  de documentación de artefactos encontrados en superficie, de esta manera se va completando la carta de los yacimientos más importantes de la localidad. Al igual que los anteriores Bernier trató de situar los lugares descritos en la memoria de la batalla. Cabe recordar que aunque la batalla final no se hubiera desarrollado en los llanos de Banda, en nuestro entorno si desarrolló el preámbulo.
Siguiendo la estela de Bernier un grupo de sus acólitos naturales de Doña Mencía  desarrollaron labores de catalogación de yacimientos, tal es así que en el ABC de 20/07/1968 aparece la noticia del descubrimiento por parte de este grupo de un recinto fortificado de época Ibérica en el cortijo de Doña Esteban.
Como no podía ser de otra manera en nuestro pueblo también existieron algunos de estos grupos. Uno ligado a la OJE, el otro cercano al Jucad Club. Al no tener estos grupos estructuras solidas los resultados de los trabajos que pudieran haber acometido quedaron para conocimiento personal. Hoy en día tan solo la presencia de algunas piezas en la vitrina del ayuntamiento demuestra la existencia de estos, amén de algunas informaciones aportadas en numerosas publicaciones  a modo individual.
Lo cierto que la carta arqueológica castreña gracias a unos o a otros está totalmente confeccionada.
Yo pertenecí a unos de estos grupos de aficionados a la arqueología. Este pertenecía a una rama de un grupo muy activo de Aire Libre llamado Estafilococos  perteneciente a la OJE, y no era raro compaginar tirolinas entre eucaliptos en las alamedas del pueblo, rapeles en el peñón de Guta o en el puente de la Rejelguera, espeleología en la cueva del Yeso, acampadas en los lugares más emblemáticos de la comarca, entre ellas en Torreparedones  o visitas a numerosos yacimientos de la localidad, esta última actividad era la menos numerosas de asistentes, los fijos Miguel Alba y un servidor. Recogíamos cerámicas, tégulas y trozos de mosaicos etc, y alguna monedilla de la colección del Tesafilm, que guardábamos en un inmenso almario acristalado. Una vez fuimos a recoger una gran base de columna que había en un camino con un carrillo de obra, turnándonos entre cinco o seis conseguimos llevarlo hasta la nuestro local en la calle Tercia(se ha mantenido ahí hasta que se construyó el nuevo edificio de la biblioteca), ¡pesaba tanto que hasta los hierros del carrillo se doblaron!.
En nuestras excursiones arqueológicas solíamos  recoger cerámicas en superficies para poder situarlos en los diferentes contextos históricos (las básicas para cada época: pintadas, sigillatas, con barniz etc...).
La lástima es que por entonces no teníamos la sensibilidad de recoger anotaciones y nuestro trabajo quedó estéril salvo algunas aportaciones verbales a profesionales o algún trozo de togado (estatuas) o de mosaico que  aún podemos ver en alguna institución.
Uno de estos lugares que visitamos con más frecuencia,  y que por aquellos años estaba en boga, era el de la zona del Cerro del Cabezo de Córdoba.
Al menos participé en cuatro excursiones  al terreno, el trayecto se solía hacer andando; una vez lo hicimos en bicicleta (pero quizá fuese igual de duro). El trayecto era de unos 7 Km y lo normal era que regresáramos a las horas de estar por allí, salvo una acampada que realizamos a primeros de febrero el día de la candelaria recién estrenado los años 80. Aquella noche dormimos en la cumbre de aquel impresionante mogote visionando un paisaje maravilloso con los pueblos de alrededor al fondo. Aquel día descubrimos los motivos de la no continuación del hábitat de aquel altozano. El viento y el frio no cesaron de obligarnos a rendir nuestra posición.
 La última vez que anduve por aquellos yacimientos hacia de guía del malogrado arqueólogo castreño Manolo Carrilero.
Esta zona de la campiña estuvo muy poblada desde la prehistoria, gozaba de buenas vistas, sal y potentes tierras de labor.
A principios de los años 80 del siglo pasado Bernier Luque  publica Nuevos yacimientos arqueológicos de Córdoba y Jaén  y es en este trabajo donde nos presenta oficialmente la fortificación del cerro del Cabezo.
   Por esa época varios grupos de arqueología realizan actividades en el entorno. El otro grupo de Castro está realizando unas actividades de limpieza en una fortificación a los pies del Cabezo, al otro lado del arroyo en un pequeño cerrillo llamado el Arenal. Retirando malezas y piedras dejaron a la vista una hermosa construcción ciclópea. Este recinto es unas de las peculiaridades más significativas de la importancia de este territorio ya que a menos de 1 Km en línea resta nos encontramos dos fortificaciones que posiblemente coincidieran en época prerromana.
  Unos años antes el grupo  del museo arqueológico de Doña Mencía realiza el hallazgo de un colgante bastante  interesante  que fue estudiado por  Martin de la Cruz y Sánchez Romero, publicado en el 2004.
Para el conocimiento del lector el cerro del Cabezo de Córdoba es una eminencia que encontramos detrás del cortijo de Benazurerita, tiene una altura 336 metros, domina los pequeños valles formado por el arroyo Salado y Gurruñaga. Aunque su altura no resulte exagerada (Castro 227m.) esta prominencia se ve desde casi toda la campiña cordobesa. El estar aislado de otras alturas y sus abruptas pendientes  provoca  una visión de mucha más altivez de la que ostenta. Su cima es plana con unas medidas de unos 60X40 metros.
Por los restos recogidos en superficie los investigadores sitúan en el Eneolítico la primera ocupación de la meseta. Estuvo poblado hasta época ibérica no llegando a ser ocupada por los romanos que prefirieron elevaciones más suaves como demuestra los restos de esta época hallados por sus  alrededores. Cerámicas a manos, bruñidas y pintadas tipo Carambolo, hojas de sílex y restos de sillares los podemos encontrar esparcidos por toda su falda.
El colgante descubierto en superficie es de cornalina (1) un material exótico e inexistente en la península ibérica, lo que atestigua el contacto de sus pobladores con los primeros navegantes fenicios llegados a las costas andaluzas.
Estas piezas son muy comunes en el antiguo Egipto, donde con toda seguridad se fabricaron. Como se trata de un objeto pequeño fácil de trasportar no es raro encontrarlos por todo el Mediterráneo, además de la península ibérica se han encontrado en Israel, Chipre, Grecia y en las Islas Eolias. En España se tiene constancia del hallazgo de una decena de estas joyas, ligadas las mayoría a un contexto fenicio-tartesico.
En todo caso, esta pieza a demás de demostrar el contacto del pueblo fenicio con los habitantes de la campiña castreña servía a la persona que lo portaba, generalmente de la elite local,  para definir su status superior al controlar  los contactos y los objetos llegados de exterior y su redistribución.
La última vez que visité la zona el aspecto había cambiado por el inevitable avance del cultivo del olivo  sintiendo  un profundo malestar al ver un yacimiento intacto de miles de años, que  gracias a sus abruptas pendientes se había mantenido de erial, hoyado sin control alguno.
Diego L. Urbano Mármol.
(1)              Cornalina es un mineral, variedad de la calcedonia, de color rojo, usado comúnmente como piedra semipreciosa. Es una piedra energizante;  ya que por fuera es color plata y por dentro es roja. Se le llama también la piedra sanguínea.



2 comentarios:

Marcos dijo...

Lamentablemente no hay presupuesto para tantas riquezas arqueológicas como tiene España haya donde busques. En Valencia tenemos varios poblados Ibéricos, la mayoría apenas desbrozados, aunque hay que reconocer, que otros como "Les Bastidas", junto a Mogente se han catalogado muy dignamente. Esperemos tiempos mejores con mayor interés por nuestra cultura.

Diego Luis Urbano Mármol dijo...

Si Marcos, pero hasta que lleguen tiempos mejores mejor será dejadlos bajo tierra. A no ser que estén en peligro y habría que atenderlos de urgencias. Yo recuerdo antiguamente que cuando un yacimiento se encontraba en esta situación, se paraba la obra y podía estar así un montón de años. y es que el estado no puede hacer frente a estas contingencias y obliga al propietario a realizarlas y si el gañán está tieso de pasta se hará centenaria la espera. Saludos.